martes, 8 de noviembre de 2011


Somos gotas de rocío en el jardín de lo eterno. Con cada acto de amor emitimos un destello divino que recorre el universo y nos conecta con la Fuente de Vida: Dios. Y pronunciar su nombre pone a vibrar una hermosa energía sanadora.

En lo profundo del corazón resuena un llamado para conducirnos a un mágico despertar. Nos ayudará a transformarnos, nos iluminará el camino a través de palabras, pensamientos, acciones e intenciones. Nos invita a vibrar en las frecuencias del amor para confiar en su poder. Nos invita a vivir sin ataduras y a movernos en las nuevas energías de vida sin rencores. Difícil, pero no imposible.

Dentro de cada uno de nosotros están las respuestas que buscamos, sólo necesitamos escuchar atentamente a nuestra voz interior. El mundo exterior puede confundirnos con lo aparente.

Hagamos las paces con nuestro ser interior. Ante la inmensidad de lo desconocido: abandonarse, reposar en lo inmediato como si fuera lo infinito. Todo un mundo se abre cuando cerramos los ojos y calmamos la mente. Es la puerta mágica que nos conduce a la verdadera libertad.
Comenzemos recibiendo a ese milagro llamado VIDA....


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