Hace muchos años un poderoso sultán, ya de avanzada edad, hizo comparecer a un santo ermitaño y le dió el siguiente encargo:
"Quiero que viajes sin descanso de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad hasta que encuentres la persona más tonta. Cuando la halles le entregas este cofre dentro del cual hay un pergamino sellado que hace años me dio un sabio hombre con ese fin."
El ermitaño dijo que en nombre de Dios aceptaba ese encargo y comenzó una peregrinación que lo llevó a lejanos países. Visitó todos los lugares, conoció infinidad de personas, pero nunca vió a alguien que para él fuera el más tonto.
Un día se enteró que el sultán había enfermedado de gravedad y, de inmediato, regresó al palacio y lo encontró moribundo.
Un día se enteró que el sultán había enfermedado de gravedad y, de inmediato, regresó al palacio y lo encontró moribundo.
Oyó que el sultán repetía esta queja:
"Mis riquezas, mis riquezas, las acumulé toda mi vida no me las puedo llevar conmigo. No quiero dejarlas, no quiero dejarlas, ¿qué voy a hacer sin ellas?"
"Mis riquezas, mis riquezas, las acumulé toda mi vida no me las puedo llevar conmigo. No quiero dejarlas, no quiero dejarlas, ¿qué voy a hacer sin ellas?"
Entonces el ermitaño le dió el cofre al sultán y adentro se leía esta frase:
"Solo hay una riqueza que permanece: EL AMOR".
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