Wayra cada mañana solía despertar a los tunquis, pilcos y picaflores, deleitándose luego con sus vuelos y dándoles el lenguaje del viento para volar. Wayra siempre inquieto y juguetón, acompañaba cada mañana a Mayu su hermano, cuando éste recorría el bósque. La alianza entre éstos era de irrigar el bósque y refrescarlo para que la madre suprema mantenga su presencia divina en el órden cíclico del tiempo.
Wayra había ayudado a las aves a modular sus cantos y darles una melodía y tono particular. Un día quiso hacer algo similar con los humanos, como había tantos quiso elegir uno muy trabajador. Inmediatamente pensó en aquél agricultor que pasaba cada mañana por las riberas de mayu, vio que éste era un gran hombre de familia y de campo, que muy temprano acudía a cuidar a sus animales y trabajar su chacra, vio además, que regresaba muy tarde cuando casi la luz de tata inti se ocultaba en el horizonte. Tananta así se llamaba el agricultor sería en adelante su elegido.
Decidió así, regalarle el silbido para acompañar su largo trayecto por medio de la Selva. Tananta en adelante, caminaría alegre y ritmicamente al son de sus silbidos, siendo éstos casi semejantes al canto de los pájaros. Ese sería el nuevo convenio.
Un día Mayu se percartó que Tananta silbaba casi como un pájaro e inmediatamente se dio cuenta que el único que podía darle esa facultad a los humanos no era otro que Wayra su hermano. Espero a éste y cuando lo vio le preguntó sobre lo acontecido. Wayra le dijo que le había otorgado la facultad de silbar porque quería alegrar sus pasos y porque era un humano sensato. Wayra le dijo a Mayu que no le había consultado porque no quería incomodarlo.
Mayu no sólo estaba de acuerdo con la ofrenda, sino que además propuso regalarle desde el poder de sus aguas: pureza, sensibilidad, fuerza y sentimiento de su energía, para que Tananta pudiera cantar en adelante desde sus aguas que son su sangre y que llevan la fuerza de su corazón. Ambos estuvieron de acuerdo con este propósito y decidieron darle el primer canto que se llamaría Icaro. Como cualquier otro don divino, ésto permitiría tomar contacto y crear una nueva alianza con éstos dioses.
Sus primeros icaros serían bien recibidos por los demás espíritus del bósque, quienes un día informaron a Pachamama el acontecimiento. La madre suprema mandó a llamar a sus hijos y les preguntó sobre este suceso. Wayra y Mayu le dijeron que Tananta era un humano sensato, que merecía cantar y comunicarse por medio de sus icaros con los espíritus del bósque. Si no le informaron de lo sucedido fue por no incomodar a la Madre Suprema. Pachamama les dijo que habían hecho bien y que además colaboraría con un nuevo don, de abrir las puertas de su divinidad cada vez que los humanos icarasen con melodías que recuerden la tierra, las plantas y los pájaros. En adelante, Tananta no solo silbaba sino que icaraba, cantando desde su corazón que es su sangre, lo que le permitía calmar las aguas, calmar al viento, las lluvias, invocar a los espíritus y curar a los enfermos con la energía suprema purificadora. Los Icaros serían así los cantos de una nueva alianza de los dioses con los humanos. Una nueva Pachachaka con la Pachamama.
Autor: Arnaldo Quispe (Martincha).
Arnaldo Quispe: psicólogo, escritor y promotor cultural de la tradición espiritual andino-amazónica…
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