viernes, 14 de diciembre de 2012


La Navidad es una maravillosa realidad, una realidad  más grande que lo que la mayor parte de nosotros piensa ya que comprende a todo el conjunto de la Naturaleza y no sólo a la humanidad. Para nosotros, la Navidad es el Nacimiento de Nuestro Señor, el aniversario de Su encarnación física en la Tierra, y a causa de ello, tratamos de hacer de esa época un tiempo de paz y buena voluntad hacia los hombres, de aproximación en la unidad y de amor fraternal. Pero, ¿nos hemos cuestionado alguna vez cómo esa unidad es posible en la Navidad o porqué es en ese tiempo del año cuando los hombres sienten verdaderamente buena voluntad hacia los demás y solamente piensan en dar y no en recibir? La razón para que el “espíritu de la Navidad” sea proverbial y esté tan extendido, es tan genuina y real, que debemos buscar más profundamente para hallar una explicación a ello, que lo que podemos encontrar en la simple conmemoración de la Natividad del Cristo, a Quien tan pocos parecen reverenciar en sus corazones.
Quienes han despertado la visión interna saben que hay una parte oculta en la Navidad que comúnmente el hombre, difícilmente sospecha aunque reaccione bajo su influencia. Debemos recordar que toda la Tierra está multitudinariamente ocupada por seres de huestes súper físicas, ángeles y arcángeles y toda la Compañía del Cielo, que en su mayor parte se encuentran en un nivel evolutivo más elevado que el nuestro y que son responsables de la guía y el control de los innumerables procesos de la Naturaleza. 
 
Son sus pensamientos, sentimientos y actividades los que juegan un importante papel en la creación de esa atmósfera tan peculiar de buena voluntad que tanto se nota en Navidad. En esta parte del año toda la Tierra se estremece con las maravillosas fuerzas emanadas de los ángeles y con la bendición del Cristo que desciende en respuesta a la adoración de los ángeles. Durante la estación de Adviento, y desde luego muchas semanas antes, se prepara todo en los mundos internos de varias formas, para la celebración del gran festival. Las influencias se hacen más patentes y más intensas con el paso de los días hasta la llegada del día de Navidad en que se consigue la culminación, y el mundo abre su corazón al Señor como la flor abre sus pétalos al Sol, y una poderosa corriente de amor y poder fluye del del propio Cristo como la encarnación sobre la Tierra de la Segunda Persona de la siempre Bendita Trinidad. 
 
Pero no debemos imaginarnos que sea un nacimiento físico lo que los ángeles celebran con tal poder y alegría en la Navidad. El Señor Cristo es, desde luego, su Señor y Maestro como lo es para nosotros también, pero los ángeles no le consideran como un hombre, sino como un ángel y los actos de Su vida física pertenecen más bien a los humanos que a la concepción angélica de El. Sin duda, toda la concepción angélica de la vida difiere muy considerablemente de la humana. Generalmente, nosotros consideramos al Universo desde el punto de vista de la forma y sólo entonces tenemos en cuenta la vida que la da energía y la anima. Tal es el punto de vista típico humano. Incluso cuando se abre la visión interna y se consigue observar los mundos invisibles, el observador humano todavía mira primero el lado de la forma en esos mundos, y sólo subsecuentemente ve la conciencia funcionando a través de las formas. El punto de vista de los ángeles es exactamente el opuesto. El ángel considera primero la vida o la conciencia, y entonces, como un aspecto secundario, ve la forma en la que la vida tiene su santuario. Esta es la concepción angélica típica. Si, por ejemplo, se mira a un hombre, nosotros veremos primero su cuerpo físico, después el emocional, el mental y el causal, viendo así sus diferentes colores y estriaciones juzgando su carácter y posibilidades internas de acuerdo con la delicadeza y la disposición de ambos. Pero el ángel considerará al hombre desde el punto de vista de la conciencia, después verá hasta qué punto la Vida de Dios se manifiesta a través del hombre, cuantas fuerzas pueden moverse a través de él, y sólo entonces observará la forma de los cuerpos superiores. Esta es una diferencia fundamental de concepción de dos líneas separadas de evolución. 

El concepto angélico de la Navidad es también muy diferente del nuestro. Nosotros consideramos la Navidad como el nacimiento de Cristo como un hombre, y es principalmente para nosotros la observancia de una ceremonia, de una forma, incluso en los sermones tradicionales de la Iglesia predomina el aspecto forma de la festividad. Pero los ángeles consideran la Navidad desde el lado de la Vida, como un punto de inflexión de todas las fuerzas de la Naturaleza en cada plano y en cada nivel, como una época en la cual se produce una directa y poderosa emanación de poder creativo y energía espiritual del mismo Dios. La Navidad en el hemisferio Norte (en el cual han nacido todas las grandes religiones y civilizaciones del mundo) tiene lugar justamente después del día más corto de la mitad del invierno, mientras que en algunas partes del hemisferio Sur, se celebra después del día más largo de la mitad del verano, y así, en todo el mundo marca un punto de equilibrio de profundo significado en la vida oculta de la Naturaleza. E! cambio entre las fuerzas negativas que aportan la cesación de vida creadora en el invierno, y las energías positivas y dinámicas que hacen que la Tierra estalle y florezca en primavera, tiene lugar durante la Navidad, siendo así que para iniciar y hacer posible este tremendo cambio de polaridad, se celebra tan alegremente, tanto en el cielo como en la Tierra, la festividad de la Navidad. Es en verdad un nacimiento lo que se celebra, no sólo el nacimiento físico del Cristo en Palestina, no sólo el nacimiento simbólico del Sol, sino el mucho más espléndido nacimiento del Cristo que mora en la Naturaleza, la renovación anual y despertar de la vida creativa que será tan gloriosamente consumada durante la festividad de la Pascua, el supremo triunfo de la luz sobre la oscuridad, de la belleza sobre la forma. 

A causa de la unión del Cristo en los cielos con el Cristo, encarnan ambos en la Naturaleza, y en el corazón de los hombres el simbolismo solar, ya que el Sol es siempre el símbolo, e incluso, de alguna forma misteriosa, el verdadero vehículo del propio Cristo, lo que ha figurado de manera prominente en todas las religiones dadas por el Cristo, El Instructor del Mundo, el Sol de la Rectitud. Estas grandes festividades de la Naturaleza han sido observadas por el hombre de edad en edad precisamente porque el hombre es parte de la Naturaleza y comparte su vida oculta, tanto si es consciente de ello como si no lo es. 

Los ángeles son ahora los agentes del Cristo en la Naturaleza, ellos controlan y equilibran sus poderosas fuerzas, dirigen su evolución en todos sus numerosos aspectos y actúan como canales e instrumentos de la vida y de la energía de Dios en todo el conjunto de la creación. Los cambios rítmicos de las estaciones son, sin duda, expresiones de la Conciencia de Dios, pero son las Jerarquías Angélicas Sus intermediarios y los responsables de efectuar los cambios en los mundos inferiores. 
La Navidad, por tanto, es una época de enorme actividad en el reino angélico. Las fuerzas de ese reino están temporalmente concentradas en el gran trabajo de preparación para el influjo de la nueva vida, y todos los ángeles, tanto si su trabajo principal está relacionado con la Naturaleza como si no es así, prestan su ayuda a esta gran festividad cósmica. Los ángeles se entregan al servicio del Cristo ayudando a que se produzca este nacimiento interno, observan los cambios con el más profundo interés y entusiasmo y ponen todo su poder en el trabajo, y, naturalmente, evolucionan al obrar así. Esta habilidad para trabajar con los procesos de la Naturaleza es debida al hecho de que la conciencia de la conciencia de los ángeles está dirigida hacia el lado de la vida de la evolución, y, por lo tanto, cuanto tiene que ver con el descenso y la emanación de la vida, en gran medida se produce a través de ellos y está a su cargo. 

Hay una diferencia importante entre las influencias que llegan durante la festividad de la Navidad en los hemisferios Norte y Sur. Por varias razones el hemisferio Norte es el centro de la vida en la Tierra y posee los canales de esas energías que conforman la evolución tanto de la Naturaleza como del hombre, mientras que el hemisferio Sur ha sido en muchos aspectos, menos creativo, menos vital en sus fuerzas naturales, un hecho que puede, hasta cierto punto manifestarse, por la diferencia entre las vegetaciones de Australia y de Europa. Existe también diferencia en los ángeles que dirigen la evolución en los dos hemisferios, y hablando en términos generales, se puede decir que las dos mitades de la superficie terrestre, contienen características complementarias, positivas y negativas, que unidas forman un todo perfecto. Mientras en el hemisferio norte es un verdadero nacimiento lo que ocurre en la Navidad, un nacimiento que corresponde muy cercana y bellamente con el nacimiento de un niño pequeño, en el hemisferio sur sucede más bien una profundización de la vida, un posterior descenso de la vida del Cristo en las formas ya preparadas para recibirla, El nacimiento de un niño humano marca el primer contacto del alma con el pequeño cuerpo recién nacido y es un momento de mucha alegría y belleza. Pero una profundización de la vida tiene lugar cuando el niño tiene aproximadamente siete años y el alma sucesivamente pone más y más de ella misma dentro del nuevo vehículo hasta que asume completo control de él en la madurez. Esta es una débil analogía de la diferencia entre la Navidad en los hemisferios norte y sur. En el norte, alegría, amor y belleza son las influencias predominantes. En el sur, se vierten el poder y la fuerza, una verdadera profundización de la Vida del Cristo en la Naturaleza en lugar de Su nacimiento místico. La diferencia de las influencias es notable y de lo más interesante para el estudiante que es capaz de percibirlo. 
 
El gran trabajo de la preparación angélica para la Navidad, comienza incluso antes del Adviento y gradualmente llega a su punto álgido hacia el final de Diciembre. Tiene dos aspectos. Uno es el trabajo de abajo hacia arriba, una manifestación del poder de la Vida creadora de Dios que llamamos el Espíritu Santo, un proceso de vivificación de las fuerzas de la Naturaleza, de reconstrucción y de apertura. El otro aspecto es un vertido de arriba a abajo, un verdadero descenso de Dios hijo, un proceso más bien de inspiración y de espiritualización. El primer aspecto se relaciona con la llegada de las tremendas energías del centro de la Tierra, el corazón del mundo, En el que el Espíritu Santo está tan especialmente manifiesto, el poder que se irradia a todo el mundo desde el centro de la circunferencia y que se distribuye por las Jerarquías de Ángeles relacionados con la vida y la evolución de la Naturaleza, para que ellos mismos puedan usarlo en su trabajo de preparación. Esto representa la limpieza, la purificación y las fuerzas creativas que hacen posible el descenso de la nueva vida que prepara al mundo para recibir al Cristo en su corazón. Es interesante notar que a nosotros en nuestras Iglesias se nos instruye acerca de esas mismas fuerzas limpiadoras durante la época de Adviento. Pero el trabajo de preparación no solamente concierne a esos ángeles que están a cargo en especial de las secciones de la superficie de la Tierra aunque ellos tengan un papel muy prominente en ese trabajo, pues se extiende también en muchas inesperadas e interesantes direcciones. 
 
Ciertos órdenes de ángeles hacen su trabajo especial al concentrar sus energías en este aspecto de la Vida de Dios y generan por el poder de su pensamiento fuerzas que pueden ser utilizadas por los ángeles de la Naturaleza. Otros, trabajan en los niveles intuicional y emocional y evocan enormes fuerzas por su maravillosa adoración, fuerzas que igualmente se emplean en el trabajo general de preparación. Mientras, otros ayudan al trabajo tomando parte en las ceremonias angélicas que tienen lugar en la Naturaleza en esa época, y el poder generado en sus rituales también se usa en el proceso creativo más arriba indicado. Las ceremonias de la Iglesia que se celebran durante el Adviento, también comparten ese trabajo, y así, la humanidad igualmente se une, aunque sea inconscientemente para la mayoría, en, la poderosa preparación para el nacimiento del Cristo en la Naturaleza. Este es el primer aspecto de la preparación, el aspecto en el que Dios, el Espíritu Santo, está especialmente manifiesto. 
 
El segundo aspecto de la preparación angélica se relaciona con el descenso de Dios Hijo, ese poderoso evento que es la faceta característica de la Navidad. Puesto que justo el descenso del Cristo a la encarnación es el propósito principal de la Eucaristía, el de todo el trabajo de la construcción del Templo Místico en los mundos internos, del descenso de poder, amor y devoción por parte de los ángeles y de los hombres, no tiene otro objeto que la preparación de un canal para ese descenso y para la recepción y distribución de las fuerzas ya descendidas tan libremente por el Señor Encarnado. Así, el objeto principal de la Navidad es el nacimiento del Cristo en el mundo de la Naturaleza. Este es el punto central, la culminación hacia la que se ha dirigido toda la larga preparación, y ese descenso es un hecho muy real y maravilloso, pues así como en la víspera de Todos los Santos los mundos internos están especialmente en relación próxima con el mundo externo y así la intercomunicación entre elfos es muchos más fácil que en otras estaciones del año, así, en la Navidad, el Cristo mismo está especialmente cerca de todas Sus criaturas, mucho más cerca que en otras épocas, tanto de los ángeles como de los hombres. Es como si un grado más pleno de poder se hiciera manifiesto, por medio de la Persona de Nuestro Señor el Cristo, procedente de ese otro aspecto de El mismo que es el Verdadero Dios del Verdadero Dios como si la Luz oculta brillara todavía más fuertemente a través de El que es la Luz. Estas cosas son sagradas y difíciles de entender para nosotros, pero al menos podemos decir que en la Navidad los ángeles, y desde luego toda la Jerarquía de la Naturaleza, se acercan especialmente próximos a Nuestro Señor a Quien hacen realidad con la más profunda adoración hacia una definitiva y maravillosa Personalidad como la encarnación del propio Dios en la Tierra. Su Vida desciende en la Naturaleza en formas que no podemos ni lejanamente imaginar, de manera que todo el mundo se llena con Su poderosa bendición y se estremece con Su amor y paz. Por esta razón siempre se ha dicho que la Navidad representa la primera Gran Iniciación, el nacimiento del Cristo en el hombre, pues el descenso del Cristo en la Naturaleza está reflejado en el descenso del Cristo personal, la luz oculta en el hombre, en nuestros propios corazones que es igualmente una manifestación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. 
 
El mismo aspecto de la Vida Divina se manifiesta en la Naturaleza durante la Navidad, en el hombre en la Iniciación y en la Hueste Angélica durante la celebración de la Sagrada Eucaristía. Así, puede decirse que en Navidad todo el mundo se inicia de nuevo cada año, asciende cada año a niveles de conciencia más ricos nunca antes alcanzados. Verdaderamente, la poderosa energía de Dios, manifestada en la Navidad, se aproxima desde lo alto, el Cielo, y desde abajo, la Tierra, y el mundo todo se regocija por la riqueza de amor y la alegría vertidos tan liberalmente durante esta admirable época. 
 
En relación con este segundo aspecto de la preparación, se revelan las más maravillosas facetas de la Navidad. Durante las semanas del Adviento, pero especialmente justo antes de la Navidad, todo el reino angélico deja salir en toda su plenitud su amor y su adoración que ponen a los pies de Nuestro Señor el Cristo, el encarnado Señor del Amor, y la poderosa respuesta que desciende de El, se vierte igualmente sobre la Naturaleza proporcionándola poder de una nueva fuente, de un aspecto reciente de la Vida Divina. Esta maravillosa adoración llega a su punto máximo en la noche de Navidad cuando toda la Tierra se estremece con las olas de adoración que ascienden al Señor de sus incontables huestes de ángeles en todo el mundo, olas que inundan la Tierra con delicado color rosa y heliotropo. En respuesta, desciende el poder del Señor en maravillosa bendición de paz y amor. 
 
¿Podemos imaginarnos cómo con toda esta adoración y bendición oculta el “espíritu de la Navidad” se extiende por todo el mundo y los hombres se sientes amablemente predispuestos hacia los demás y hacia Dios? Los ángeles ayudan al hombre en tanto en cuanto puede ser ayudado, intensifican todas sus más elevadas aspiraciones y ponen en práctica las bellas palabras de su himno tradicional: Gloria a dios en las alturas, y paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad. Pero incluso esto no es todo, pues el Nacimiento Místico no se celebra sólo en color sino también con sonido, y los grandes ángeles de la música tienen un maravilloso papel que interpretar en la Navidad, propiciando una mayor elevación a su celebración en los mundos ocultos. Pero su música celestial no se parece a la de las arpas y los violines, sino más bien a la del tañido de miríadas de campanas de plata dulcemente entonadas. Cada ángel es, como si así fuera, una campana, cada campana una nota en la poderosa armonía. El tañido de las campanas de la Navidad puede oírse durante todo el Adviento, pero en la noche de Navidad y durante el día siguiente, los ángeles se reúnen alrededor del Señor y todos Sus Espíritus. Todo el coro angélico se une en un glorioso canto y la pomposa música de las campanas repica en un único himno de adoración al Señor del Amor. Esta música atrae a todas las cosas vivas, las junta, armoniza y pone a tono a todo el mundo, le inunda con belleza divina, belleza que se refleja en la de los bosques y las montañas, en los lagos, árboles y flores, y en las hermosas cosas de la Tierra. 
 
Esta es la festividad de la Navidad en los mundos internos, una época de maravilloso poder y realización tanto para los ángeles como para los hombres y de íntima comunión con Nuestro Señor el Cristo. Si cooperamos con los ángeles en su trabajo debemos hacer completamente nuestro el “espíritu de la Navidad”, dejando de lado todo egoísmo y todo pensamiento personalista poniendo nuestro corazón y nuestra alma al servicio de los demás. La nota clave de esos días es adoración y amor, adoración al Cristo y amor a nuestros hermanos los hombres en quienes El está velado. Una práctica que será de ayuda a aquellos que desean adentrarse más profundamente en el espíritu de la Navidad, es intentar unir sus conciencias con la Naturaleza tratando de ver alguna bella escena desde el lado de la vida tal y como la observan los ángeles, para darse cuenta de algo de las fuerzas ocultas que la dan forma y la hacen bella, y atraer esas fuerzas dentro de uno mismo. Así podemos experimentar ese sentimiento de unidad, amor y alegría que tan específicamente caracterizan a la Navidad para así abrirnos y ser canales de las fuerzas que se vierten. Sobre todo, debe haber perfecta armonía entre nosotros y los demás si deseamos celebrar la Navidad correctamente ya que ello es condición necesaria se las energías de la Navidad han de fluir a través de nosotros. Ya que el Cristo reina en el corazón de cada hombre, al servir a nuestros hermanos servimos al propio Señor del Amor directa y personalmente según El mismo hace mucho tiempo dijo: 
“Todo lo que hayas hecho a alguno de los más insignificantes de mis hermanos, lo has hecho para mi”. 
 
Dora van Gelder Kunz

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